Por Federico
Martínez Jaime
Un ejemplo de
un hecho o un personaje grotesco en la vida cotidiana seria la lucha libre, es un fenómeno absurdo, anormal, impertinente o insospechado e incluso
ridículo. Esto porque es un deporte de una forma de entretenimiento basada en
un evento deportivo pero con más énfasis en un libreto dramático, humor o
espectáculo que en una competencia atlética y supone combates irreales o
inexistentes, que sin embargo se nos impone como una versión de algún aspecto
de la realidad.
La Lucha
libre profesional es un deporte espectáculo, que combina disciplinas de combate
y artes escénicas, basándose en ellas para representar combates cuerpo a
cuerpo, por lo generar tienen historias y rivalidades que enfrentan a los
“técnicos” contra los “rudos” ofreciéndonos así una versión que es conversión o
perversión de lo real. El combate es
planeado y actuado por los mismo luchadores quienes llevan a cabo una
coreografía de combate los cuales son a ras de lona, haciendo gala de llaves y
golpes contusos, y están caracterizadas por sus estilos de sumisiones rápidas y
acrobacias elevadas, así como peligrosos saltos fuera del ring, incluso se usan
sillas metálicas y botellas de vidrio para simular lastimarse.
Dado que todo eso es una simulación, llega un punto donde se cruza el gusto y disgusto y en el que la tensión resultante no nos permitiría ir muy lejos por los caminos de la angustia o del placer.
La impostura de lo grotesco en las luchas hace guiños donde se encuentran lo terrible y lo gracioso, lo deforme y original, lo malicioso e ingenuo, lo raro y normal, etc.
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